sábado, 12 de octubre de 2013

UNA HISTORIA PROHIBIDA



EL CATOLICISMO: UNA IGLESIA EN DESCOMPOSICIÓN

Por Jenny Londoño López
Cientista social, historiadora y escritora

El cristianismo primitivo surgido en la misma entraña del Imperio Romano, tenía en sus orígenes un carácter ascético, por lo cual cobró notable influencia en Europa predicando la moralidad, la honestidad, la templanza, la humildad, el amor al prójimo, en suma la espiritualidad de la humanidad.  Pero la institucionalización de la nueva religión y el desarrollo de su creciente poder económico y político, arrancado con guerras fratricidas, traiciones y expropiaciones dieron al traste con aquellos principios.
El ascetismo fue abandonado en beneficio de una vida muelle y cómoda.  El  Papa, se convirtió en un rey de la cristiandad y los obispos pasaron a vivir como príncipes, en ricos palacios y rodeados de una corte dispendiosa y relajada.  A partir de la Edad Media la vida del clero era una constante rochela. Por eso Infessura decía: “que tal era la vida de los sacerdotes y de los miembros de la Curia (Corte Romana) que apenas si se encontraba uno que no tuviera una concubina, a lo menos una cortesana, para mayor gloria de Dios y de la Fe Cristiana” (Funck-Brentano, El Renacimiento, 134).  Y Jacob Burckhardt señalaba: “Todo respeto humano ha desaparecido.  ¡Cuántos estupros! ¡Cuántos incestos! ¡Cuánta torpeza entre los hijos y las hijas! ¡Cuántas cortesanas en el Palacio de San Pedro y verdaderas bandas de alcahuetes: un lupanar es más decente.  La mayor parte de los conventos se han convertido en casas de tolerancia”. (Burckhardt, “La Cultura del Renacimiento en Italia”, 100).
La corrupción era también en el nivel económico.  El Vaticano llegó a ser un Estado millonario, donde se dilapidaban grandes fortunas en la satisfacción de los placeres de la carne. Fortunas conseguidas con la expoliación de millares de siervos, que laboraban en las propiedades del pontificado, situadas en toda Europa feudal. La Iglesia de Roma realizó guerras de despojo contra otros pueblos cristianos como los ortodoxos de los Balcanes y el Medio Oriente y repartió favores y bulas pontificias que garantizaban el acceso al cielo pagándole con oro al pontífice.
La Iglesia se alió con terratenientes feudales y príncipes para explotar de mejor manera a los campesinos y el enorme poder espiritual de la Iglesia sirvió para sujetar a los explotados y oprimidos, intentando detenerlos en sus levantamientos y exigencias de libertad, de remuneración justa por sus productos, de una mejor vida. La Iglesia ofrecía que, a cambio de  todo su sufrimiento terrenal se contentaran con un paraíso que supuestamente los esperaría después de su desdichada muerte. En la elección de los altos pontífices de la Iglesia, desde Sixto IV hasta Pablo IV, no hubo un solo papa elevado legítimamente al trono de San Pedro. Todas las elecciones estaban manchadas de “simonía”, esto quiere decir, que fueron compradas.
Cuando los plebeyos mortales hemos podido ir a conocer el Vaticano, tras un largo ahorro, nos hemos quedado boquiabiertos contemplando la magnificencia del palacio en el que vive el Papa y el Estado Vaticano cargado de obras de arte, muchas de ellas arrebatadas a través de la guerra o simplemente pagadas con el dinero que recibían de toda la “cristiandad” del mundo que, capitaba permanentemente a sus altas jerarquías. Este sí que ha sido el mejor negocio de todas las épocas.
¿Y qué podríamos decir de las épocas recientes? En primer lugar, que la Iglesia ha seguido defendiendo los intereses de los ricos, de los poderosos, del capitalismo, del imperialismo y del neoliberalismo, en todos los países. En segundo lugar, que sus riquezas son ahora mayores que nunca. En tercer lugar, que se halla desprestigiada por haber defendido durante siglos a los pedófilos que hacían parte de sus huestes. Ciertamente que se han preocupado mucho de que no salgan a la luz los escándalos, por la proliferación de denuncias contra curas pedófilos, pero  nadie puede tapar el sol con un dedo.  Sabemos que han pagado millones para que los acusadores no desprestigien a los sacerdotes, que han destruido las vidas de centenares de niños y niñas, de jóvenes estudiantes y seminaristas, que confiaron en sus dulces y redentoras palabras.
¿Y qué decir de las múltiples denuncias sobre la corrupción? ¿Y no sólo en asuntos económicos al interior del Vaticano, sino de los escándalos sexuales? El desenfreno de las orgías a puertas cerradas? ¿El secuestro y encierro de la joven Emmanuela Orlandi, en 1983, quien fue violada permanentemente en rituales perversos, hasta llegar a asesinarla? Las noticias salieron en todos los periódicos italianos y no fueron rebatidas. Y antes de la elección de Francisco I, el Papa Benedicto XVI declaraba que la Inquisición fue un gran progreso y que él se congratulaba de ser llamado “El gran Inquisidor”. Y para completar, el último escándalo mediático fue el del Banco del Vaticano lavando el dinero de la mafia italiana.

La Iglesia Católica es una congregación mundial que mantiene concepciones, leyes y reglamentos de la época medieval. En pleno Siglo XXI, mantiene la imposición del celibato a los sacerdotes, y ellos han tenido que mantener una vida amorosa escondida y vergonzante, y han terminado llenando de hijos no reconocidos al planeta o abusando de niños, niñas y jóvenes. 

La Iglesia ha negado todos los derechos a las mujeres, a lo largo de toda su historia. Y lo increíble es que las mujeres, siempre han sido la mayoría de los creyentes y son las que sostienen la institución religiosa, porque tienen una participación permanente en los oficios religiosos y actividades eclesiales y además forman a sus hijos/as para el catolicismo. Pero a cambio, no se les permite ser ministras de la Iglesia. Y en relación con sus derechos específicos, las mujeres son las más vapuleadas por la Iglesia Católica, que no reconoció jamás el derecho de una pareja a divorciarse, en ninguno de los casos, incluso cuando son víctimas de la violencia más exacerbada, cuando existe abandono del esposo, cuando el esposo no responde a sus obligaciones económicas con la esposa y la prole. Existe en cambio la nulidad matrimonial que responde a otras causales, como engaño en la identidad del contrayente, coacción grave para que se realice el matrimonio, o negarse a tener hijos, entre otras causales que fueron instauradas en épocas muy antiguas y que en la mayoría de los casos nunca llega a cumplirse, pues siendo la Iglesia una institución imperial, los casos de nulidad deben ser remitidos a Roma y de demoran mucho los expedientes y su resolución.

La  Iglesia nunca reconoció a las mujeres el derecho a tomar sus propias decisiones sobre su sexualidad y sobre su maternidad. La Iglesia ha sido la institución más esclavizadora de la mujer, de la cual solo se exige que tenga hijos cada año, no importa si está enferma o mal alimentada, su función es la de paridora de hijos. ¿Será con el objeto de que aumente la pobreza?, pues ellos saben que solo podrán sobrevivir mientras exista miseria e ignorancia (que van de la mano) y por eso jamás (con honrosas excepciones) apoyaron revoluciones o líderes que estén dispuestos a combatir la pobreza y a crear naciones más solidarias. Recordemos cómo trató la alta jerarquía eclesiástica a los ideólogos de la Teología de la Liberación: expulsándolos de sus filas. ¿Qué pasó con el sacerdote colombiano Camilo Torres? ¿A quien, según las malas lenguas, los mismos curas denunciaron, para que fuera "ajusticiado" por el ejército colombiano? 


Lo peor, es la reivindicación de sus “dogmas de Fe” que desvirtúan el pensamiento lógico y todos los avances de la ciencia y de la humanidad. No deberían existir instituciones ni creencias ahistóricas y dogmáticas, en el mundo científico actual, porque resulta un engaño para todos y, en especial, para las masas más empobrecidas, aquellas que no pudieron educarse, pero sobre la ignorancia campea facilmente la superstición. Y es deplorable la utilización abusiva de las personas crédulas para mantener el estatus de un papa, que vive como un rey, de unos cardenales que viven y ganan como ministros de Estado, y de unos obispos que han vivido en la riqueza y en la abundancia, en todo el mundo, por el apoyo económico de sus millares de adherentes en todo el mundo.

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