miércoles, 9 de enero de 2013

DE MUJERES Y MUJERES



Las mujeres somos más de la mitad de la humanidad y seguramente seríamos muchas más si no fuera por los graves efectos del patriarcado, que nos relegaron a un papel secundario en la humanidad y cuya cultura excluyente impuso la segregación de la mujer. Por esa cultura se hizo normal que las mujeres, las ancianas, las jóvenes y las niñas comieran menor cantidad de alimentos que los hombres de su misma generación, que estuvieran obligadas a dormir menos tiempo que los hombres porque se consideraba y todavía se considera anormal que una mujer duerma las horas que necesita, ya que debía atender a la familia, al esposo, a los hijos, a los invitados, a los vecinos, a los familiares del esposo, y por supuesto, que la mujer no necesitaba más educación que la referida a las tareas de amas de casa.
Las mujeres del Ecuador en Sudamérica, por efectos de esa misma cultura, durante largos siglos, debían estar ocupadas siempre en alguna tarea doméstica. Yo recuerdo que en mi niñez, algunas mujeres mayores de mi familia, aunque no mi abuela materna que era una maestra laica, nos decían que las mujeres siempre debían estar haciendo alguna tarea del hogar, barrer, trapear, sacudir, organizar, lavar, planchar, zurcir, coser, bordar, pegar botones, arreglar las plantas, etc. Qué larga lista!! Y todo eso servía para que no tuviéramos tiempo de pensar en tonterías...Por suerte mi madre fue también maestra laica y mi educación estuvo exenta de fanatismos y concepciones humillantes para mi condición de mujer, aunque de las discriminaciones de género a lo largo de mi vida, ella ya no me pudo salvar. Esas, las tuve que enfrentar yo.
Por eso, aquellas mujeres que nos antecedieron no tenían derecho a decidir sobre su vida, a participar en política, a estudiar, a desempeñar un cargo público, al sano esparcimiento, a la conversación, a la lectura, al disfrute de la música, de la danza, del cine, o a practicar un deporte, etc.  Esos eran disfrutes destinados a los hombres.  Cómo les molestaba a los patriarcas, que las mujeres jugaran, para ellos los juegos eran una pérdida de tiempo, o que leyeran o escribieran.  La lectura y la escritura en las mujeres fueron combatidas durante mucho tiempo y las amistades femeninas y masculinas, también. Hasta el siglo XIX, era preferible que las “señoritas” no pudieran leer el texto de una carta de amor o un poema erótico.
Afortunadamente, estas concepciones comenzaron a cambiar a partir de la Revolución Liberal Radical, realizada a fines del Siglo XIX, y acaudillada por el General Eloy Alfaro, un masón que impulsó los derechos de las mujeres a la educación pública, laica y gratuita, al trabajo remunerado en el ámbito público, a la escritura y la palabra en los diarios y las revistas, a los trabajos dignos, a la formación cultural y artística, aunque todavía estaban muy arraigados los viejos prejuicios, en ciertos sectores de la sociedad, sobre todo en la Iglesia Católica y sus practicantes. Por todo ello, Eloy Alfaro, el viejo Luchador, fue asesinado de la manera más brutal, y quemado con sus más cercanos colaboradores, en una Hoguera Bárbara, por el populacho, instigado por sus poderosos enemigos de sotana, por los terratenientes del Partido Conservador y por la bancocracia de Guayaquil.
Pero, las mujeres lograron sobrevivir, aunque no todas, a las negaciones de la cultura patriarcal y eso generó diferentes estereotipos de mujeres, los cuales describimos a continuación: 

El grupo de las mujeres-niñas: Hay mujeres que son las hijas eternas, poseen complejo de ternero huérfano, de pollo dependiente, de pequeño canguro apretujado en la bolsa cargadora del afecto. Viven buscando un padre dominante y sobreprotector para enfrentar el mundo de tinieblas al que temen.  Buscan un hombre mayor en edad, dignidad y gobierno, un hombre que las haga sentir muy pequeñas, que las consienta,  que les lleve regalos todos los días, como hacemos con los hijos pequeños y disfrutan sintiéndose niñas hasta el fin de sus días. 
Esas mujeres no tienen iniciativa, esperan aletargadas a que el hombre más próximo, padre, esposo, conviviente, hijo mayor, padrastro, novio, les den resolviendo hasta el más mínimo problema.  Esconden la cabeza en la tierra como los avestruces. Son inseguras e infantiles.  Tratan de buscar apoyo mostrándose débiles e incapaces.  No tienen autoestima y, por ello, no son emprendedoras.  Estas mujeres hacen mucho daño al resto, porque magnifican y sostienen el machismo.

El grupo de las madres sobreprotectoras: Hay mujeres, que por el contrario, son las madres eternas, buscan un hombre subdesarrollado e inseguro, que requiera de un seno tranquilizador, de una gran madre sabelotodo, contempladora, dominante y mimadora, que les exalte el ego permanentemente, diciéndoles que son los seres más perfectos del planeta. Esa mujer está pendiente de la salud de toda la familia, de la comida,  de la ropa, de recordarle sus compromisos al esposo.  Ella hace el mercado, por lo general sola. Ella paga todas las cuentas de la casa. Recoge todo el día las ropas que dejan tiradas el esposo y los hijos.
Esas mujeres lo único que no hacen con el marido es bañarlo y vestirlo, pero casi…Esas mujeres, descubren algún día, que no se han ganado el respeto de su familia y ni siquiera su conmiseración, pues no enseñaron a los demás a que compartieran el trabajo del hogar como un compromiso de todos y todas.  Esas mujeres formaron con su ejemplo, hombres terriblemente machistas o mejor aún, dolorosamente machistas, porque crecieron creyendo que se lo merecían todo y que la mujer no es más que una sirvienta puesta en su camino por un premio divino.
Esas mujeres hicieron también de sus hijas, seres inseguros, porque las acostumbraron a pensar que todas las tareas domésticas eran responsabilidad absoluta de las madres, de las esposas de las hijas y que no tenían derecho a soñar con una profesión, con una autonomía personal, con una auto-realización individual.

El grupo de las hipocondríacas. Es el grupo de mujeres que nacieron con miedo a todo. Se sienten inseguras, tristes, despreciables, incapaces, inestables, y débiles. Somatizan todos los problemas convirtiéndolos en enfermedad.  Tienen una sexualidad totalmente insatisfactoria, llena de represiones y rechazos. Siempre están compadeciéndose y buscando apoyo y protección de los demás. 
Se pasan la vida comiendo más de lo que realmente necesitan para vivir o castigándose y privándose de todo hasta enflaquecer de manera extraordinaria, porque es también una forma de llamar la atención. Sólo hablan de sus dolencias, de sus enfermedades, de sus disgustos, de sus penalidades. 
Son serviles con todo el mundo y buscan más la conmiseración que la amistad o el amor, pero en el fondo esconden una terrible amargura y agresividad que puede despertar y salir a la luz en cualquier instante, por ello no son dignas de fiar. Estas mujeres tienen dependencia de otras personas de la familia o del entorno, de los médicos, de los fármacos y de los tranquilizantes.
Pueden caer fácilmente en la dependencia del cigarrillo, de las drogas o del alcohol.  Son un verdadero lío, cuando nos las encontramos en el camino y por solidaridad decidimos apoyarlas. El primer problema que se presenta es que son posesivas y desarrollan lazos afectivos a través de los cuales introducen a las personas con las que se relacionan en una invisible red de chismes y manipulaciones, que a la larga terminan asfixiando y aniquilando a las personas que se acercaron para brindarles apoyo. 
Estas personas te roban toda la energía positiva, son una especie de flores carnívoras que absorben toda la energía afectiva que les dan sus amigas o amigos.  Hay que huir rápido de ellas so pena de terminar enredadas/os en sus telas de araña autodestructivas.

El grupo de las mujeres dominantes: Hay algunas mujeres, que se van al otro extremo. Han nacido en el mundo de la saciedad. Tuvieron de todo y en el momento en que lo solicitaban. Desarrollan una superioridad despectiva, porque crecieron en un espacio en el que sobraba todo y nada les costó mayor esfuerzo. Son dominantes, intransigentes, se creen perfectas. Aprendieron el A-B-C del machismo y lo aplican de la misma manera que los hombres.  Se creen autosuficientes. 
Viven en competencia con otras mujeres, sobre todo, con las que no les rinden pleitesía.  Creen que todo hombre que pasa las desea y debe arrastrarse detrás de ellas suplicando una mirada o un hueso.  Están contra la mayor parte del mundo que les parece poca cosa. Y miran a otras mujeres con el rabillo del ojo y por encima del hombro.  Son incapaces de ser solidarias con las demás mujeres de su entorno, si pueden aplastarlas, desde una posición de poder, lo hacen sin remordimiento. 
A estas mujeres, les hace falta entrar en contacto con el conocimiento de la equidad de género, para que aprendan a respetar a sus congéneres, como les sobra autoestima, la mitad del trabajo de concientización sobre sus valores y autonomía está bastante avanzado, pero requieren conocer los sufrimientos y desigualdades del mundo que las circunda, para aprender que existen injusticias y que la solidaridad es una acción de apoyo, con dignidad, hacia otros seres que lo necesitan.
Paralelamente existen mujeres que a pesar de lo duro que resulta hacerlo, logran sobreponerse a estas tendencias y desarrollan un equilibrio entre las tipologías que hemos descrito, insertándose en una quinta tendencia:

El grupo de las mujeres autónomas e integradas. Son mujeres que no necesitan de la sobreprotección del papá, ni de la dependencia del hijo, ni de la posesividad del amante.  Son mujeres que tienen sus propios intereses, sus propios retos, sus propios sueños, son mujeres que se aman a sí mismas y por esa razón exigen el respeto que se merecen y también son capaces de dar mucho amor a quienes les rodean, pero sin aceptar chantajes.
Son mujeres que no están en competencia con el mundo ni con los hombres ni con otras mujeres, porque son mujeres plenas.Estas mujeres se sienten inteligentes, se saben capaces, se saben sensibles, se portan generosas con el triunfo de los y las demás, porque se sienten parte de la humanidad y consideran que todo avance individual es automáticamente un avance de la totalidad de los seres humanos. Se sienten hermosas, porque la hermosura mayor es aquella que irradia por los poros de la piel, cuando una mujer ha convertido sus dolores y frustraciones en talismanes de energía para salir adelante.Son mujeres que no se asustan con las demandas biológicas de sus hormonas, que disfrutan del placer de su cuerpo y de su sexualidad sin aspavientos, sin melindres, sin complejos de culpa, y que lo hacen con plena responsabilidad y control. 
Estas mujeres definen sus gustos e intereses. Pueden decidir no ser madres, porque la maternidad no tiene que ser una imposición de las hormonas o de las funciones sexuales, la maternidad es una opción que debe surgir de un deseo interior, de una madurez que permite esa extrema generosidad que es la maternidad. Si no desean ser madres buscan derroteros que las lleven a su desarrollo personal, en los ámbitos que eligen, tales como ser profesionales, artistas, escritoras, artesanas, luchadoras por causas vitales, etc.
Otras, se entregan afectuosamente a su familia, son buenas madres y también buenas hijas, pero no se olvidan jamás de sí mismas ni de su propio valor y de sus propias necesidades y deciden también optar por una profesión, por un oficio, por una tendencia artística, aunque todavía en nuestras sociedades sea bastante difícil combinar ambas cosas, debido a los remanentes patriarcales. Estas mujeres no son madres autoritarias ni represivas, pero tampoco se convierten en los trapos limpiones de la casa, sino que enseñan con afecto a sus hijos a asumir sus responsabilidades y a compartir las tareas domésticas, tareas en las que también deberá participar el esposo o el compañero, dando genuino ejemplo de verdadera equidad y respeto a todas las personas de su familia.
Es en la familia en donde se aprenden los valores del respeto a los demás, los de la solidaridad con aquellos y aquellas que lo necesitan en un momento determinado, los valores de la equidad social y de género, esto es, aprender desde la cuna que hombres y mujeres tienen el mismo valor y deben ser tratados en igualdad de condiciones y con los mismos derechos y oportunidades y esto se aplica a todas las demás personas: indígenas, afrodescendientes, adultos/as mayores, jóvenes, infantes, personas con capacidades especiales, pobres y desheredados, analfabetos/as y minorías sexuales.
¿En cuál de estas tipologías se ubica usted?  O cree que existen otras tipologías?

Jenny Londoño López.

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