jueves, 18 de abril de 2013

MUJERES REBELDES EN EL QUITO ETERNO


Por Jenny Londoño López

En "Las Luchas del Pueblo de Quito", documento publicado por el Ministerio Coordinador de Patrimonio. Quito, Septiembre de 2012, pp.42-54.


A lo largo de más de cinco siglos, Quito, la ciudad del sol perpendicular, en la mitad del mundo, se ha caracterizado por su infinita rebeldía, su sed de justicia, su lucha por la dignidad y en esa contienda permanente, las mujeres ocupamos un sitial destacado, no importa su color o su estatura, sus orígenes étnicos, su nivel educativo, su diversidad.  Todas han aportado en la medida de sus posibilidades y de su infinito amor a su ciudad y a su patria. En la época colonial, en 1592, los quiteños se levantaron contra don Manuel Barros de San Millán, el entonces presidente de la Real Audiencia de Quito, para protestar contra el impuesto de las Reales Alcabalas. Las mujeres salieron a las calles a respaldar a sus esposos y familiares. Esta protesta fue repelida brutalmente por las fuerzas realistas, pero el pueblo enceguecido se defendió asesinando chapetones y saqueando las casas de algunos de ellos.   

Mujeres y niños participaron en la rebelión contra el impuesto borbónico de la Nueva Gabela, en las fiestas de San Juan en 1765. Los barrios quiteños se movilizaron, sobre todo los de San Roque y San Sebastián. Hombres, mujeres y niños se disputaron el control de la plaza principal y se tomaron el pretil del Palacio de Carondelet, en donde  se posesionaron de las armas y piezas de artillería que allí se guardaban.  En ese enfrentamiento murieron una centena de manifestantes. Sin embargo, había turbas compuestas por gran cantidad de hombres y mujeres que recorrían las calles. En los informes se habla de 3.000 personas.[1] “La calma no volvió a la ciudad sino hasta 1.766 cuando llegó de Guayaquil, el gobernador Zelaya con una tropa de 600 hombres.”[2] Esta se conoció como la Rebelión de los Estancos.

En 1777, las sublevaciones indígenas se hacen sentir a todo lo largo de la sierra norte y central. Hubo centenares de avezadas líderes indígenas que se enfrentaron a las Reformas Borbónicas, con palos y piedras, cuyas más altas representantes terminaron en la horca, como Lorenza Avimañay, en Guamote, Rosa Gordona en Pelileo, y Baltazara Chiuza en Guano y cientos de levantiscas fueron condenadas a una gran diversidad de castigos humillantes.  En la primera revolución quiteña de 1809-1812, los conjurados quiteños tomaron en sus manos el poder de la Audiencia, destituyeron pacíficamente a los gobernantes coloniales y entregaron dicho poder  a los miembros de la recién constituida Junta Soberana de Quito, a través de una elección popular, basada en delegados de los barrios de la ciudad. Los protagonistas fueron encarcelados y masacrados en el fatídico 2 de agosto de  1810 por las fuerzas colonialistas, que vinieron desde los Virreinatos de Perú y Santa Fe. Al menos, sesenta de ellos, perdieron la vida en la horrorosa matanza propiciada por los vandálicos pardos limeños y un 1% de la población de Quito: hombres y mujeres, fue asesinada por la soldadesca realista. 

En esa revolución quiteña, la primera de Sudamérica, lucharon cientos de mujeres de los barrios de Quito, mestizas, indígenas y criollas ilustradas, unidas por el ideario común de desafiar la dominación española. El círculo revolucionario tenía entre sus miembros femeninos a quiteñas ilustradas, comerciantes y rebeldes como: Manuela de Santa Cruz y Espejo, Josefa Tinajero y Checa, Mariana Matheu y Aranda, Manuela Cañizares y Álvarez, Rosa Zárate y Ontaneda, (la mártir, asesinada junto a su esposo Nicolás de la Peña, en 1813). María Ontaneda y Larraín,  (la que formó una guerrilla urbana, de la que también hacia parte Rosa Zárate, y que combatió en el Panecillo y en la Batalla de Ibarra), María de la Vega y Nates, Rosa Montúfar y Larrea, Manuela de Quiroga, (estas dos últimas, hijas de dos de los más destacados miembros de la Junta Suprema, Juan Pío Montufar y Larrea y Manuel Rodríguez de Quiroga),  Rosaura Vélez de Alava y, mujeres del pueblo como la “Costalona”, María de la Cruz Vieyra, la “Monja”.  Y en las Actas firmadas por los vecinos de los barrios de Quito como representantes a la Junta Suprema Gubernativa, se encontraban varias mujeres: Estefa Campuzano, Rosa Solano, Margarita Orozco, Manuela Solís, y otras.

Más adelante, tenemos a Manuela Sáenz y Aizpuru, nuestra Libertadora y compañera de Bolívar, quien obtuvo el título de Coronela del Ejército grancolombiano y ahora es Generala del Ejército del Ecuador, por Decreto del presidente Rafael Correa, fue una de las más altas cúspides, la más política, la librepensadora, la autónoma. Fue expulsada de las repúblicas por las que ella luchó y, murió tras un largo exilio en Paita, Perú. Hoy sus restos simbólicos descansan en el Panteón Nacional de Caracas junto a su amado Simón Bolívar, el libertador de cinco naciones y es Generala también del Ejército de Venezuela, por decreto del presidente Hugo Chávez.

Cuando nuestro flamante país perdió su nombre histórico de Quito y pasó a llamarse con el nombre geográfico de Ecuador, la poeta Dolores Veintemilla[3], escribió contra la pena de muerte en el gobierno de Gabriel García Moreno, protestando porque se asesinaba a indios pobres e ignorantes, y poco después, se suicidó agobiada por la persecución moralista desatada por la Iglesia contra ella. Más tarde, otra mujer brilla, no sólo en el ámbito de la cultura sino en el del activismo político, cuando debe asumir el poder en una difícil coyuntura política: Marieta de Veintemilla, apodada "la generalita" y quien sufrió exilio en el Perú, pero murió en el Ecuador, y fue enterrada con honores de Jefe de Estado, otorgados en el gobierno liberal radical de uno de los más importantes líderes políticos del Ecuador, el general Eloy Alfaro, quien la admiraba. Dejó varios escritos entre ellos, el primer estudio sociológico sobre el Ecuador.

La Revolución Liberal Alfarista, triunfante el 5 de junio de 1995, tuvo el apoyo de mujeres valerosas que financiaron guerrillas como la de Chapulo, la de Guaranda y apoyaron las montoneras de Manabí y de Esmeraldas. Fueron: Matilde Gamarra,  Sofía Moreira, la coronela Filomena Chávez, Cruz Lucía Infante, Dolores Usubillaga, Rosa Villafuerte, la coronela Joaquina Galarza, Felicia Solano de Vizuete, Leticia Montenegro, Dolores Vela de Veintemilla, Ana María Merchán, Delfina Torres, y cientos de mujeres llamadas “guarichas” que lucharon a la retaguardia de los ejércitos, y cumplían tareas logísticas para las montoneras liberales.

La Revolución Liberal Radical produjo una explosión de nuevas heroínas: las maestras, las periodistas, las escritoras, las feministas, que lucharon por la autonomía, la educación, el trabajo, el arte, y los derechos políticos para las mujeres.  Zoila Ugarte, Rosaura Galarza y María Angélica Idrobo editaron las primeras revistas feministas en Quito y Guayaquil y fundaron entre otras: “La Sociedad Feminista Luz de Pichincha” y más adelante: “El Frente Femenino anticlerical” de Quito, para quienes la curia pidió otra hoguera bárbara.  Hubo cientos de maestras destacadas, algunas de las cuales dirigieron los primeros liceos femeninos creados por Alfaro en Quito.

Otras escritoras destacadas fueron: Mercedes Gonzalez, Rosa Borja, Dolores Sucre, Ángela Carbo, Carolina Febres Cordero, Victoria Vásconez Cuvi, Zoila Rendón, Adelaida Velasco, Josefina Veintemilla,  María Esther Martínez.  Alicia Jaramillo, bajo el seudónimo de sor Marisa escribió duros y lapidarios textos contra el fanatismo de la iglesia Católica, contra el vaticano y los curas opositores.  Otras escribieron sobre el derecho al voto, como Hipatia Cárdenas de Bustamante y cultivaron el difícil arte de la poesía como Elisa C. Mariño, y su hija Morayma Offir Carvajal, excelentes maestras, periodistas y poetas.

También se van formando artistas, cultoras de la música, pintoras, abogadas, médicas y enfermeras; surgen obreras, trabajadoras públicas en los correos y telégrafos estatales, y luchadoras sindicales, que persiguieron reivindicaciones laborales para las mujeres obreras.  La Lojana, Matilde Hidalgo, primera médica del país, graduada en la Universidad Central de Quito, fue la primera mujer que sufragó en Machala,  en 1924. El gobierno de Isidro Ayora aprobó el derecho al Sufragio femenino, recién en 1929, convirtiendo al Ecuador en el segundo país de América con derecho al voto femenino.

El laicismo en la educación y en la vida social del país cambió el pensamiento teocrático de las gentes y de los gobernantes, que durante medio siglo habían cerrado filas en torno al fanatismo de la alta jerarquía Católica, queriendo controlar y detener el pensamiento libertario, autónomo, digno, al que tenemos derecho todos los seres humanos. Y de la educación laica, pública y gratuita que Alfaro creó, salieron cientos y miles de maestras laicas que enseñaron a las nuevas generaciones, construyendo un país más tolerante, más integrado y más democrático. 

La Revolución Rusa influenció la formación de un pensamiento de izquierda y surgieron los partidos Socialista y Comunista. A partir de entonces, las mujeres ecuatorianas se incorporaron a la militancia partidista, pero con nula participación en los altos cargos políticos. Más adelante y por influencia de las luchas de liberación, que en América Latina, se dieron como efecto de la Revolución cubana, aparecen nuevas organizaciones de izquierda en el Ecuador y se van conformando grupos de mujeres al interior de esa insurgencia, que levantan un discurso político de transformación estructural de la sociedad. Estos partidos mantenían el criterio de que la lucha por la emancipación de la mujer era una lucha burguesa y que solo a partir de la revolución se podía conseguir la igualdad de los géneros, lo que creó un distanciamiento entre los partidos y el Movimiento de Mujeres.

Mujeres de militancia socialista crearon grupos de trabajo específico en torno a la lucha contra la opresión de las mujeres, planteando que los partidos de izquierda no daban cabida a esta lucha específica y que si no cambiaban las relaciones de dominación entre los géneros tampoco podrían construir una democracia participativa. Era necesaria la confluencia de las dos corrientes reivindicativas: lucha por una transformación socialista, y lucha contra la opresión y discriminación de género que afecta de manera directa a más de la mitad de la población del planeta.


MUJERES  LÍDERES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX.


En 1956, Nela Martínez presidió la Primera Conferencia de Mujeres Trabajadoras de Pichincha, que se reunió en Quito. En 1960, surgió la Unión Revolucionaria de Juventudes Ecuatorianas (URJE), y, más adelante, Nela Martínez fundó la Unión Revolucionaria de Mujeres Ecuatorianas (URME). Las dos organizaciones estaban entrelazadas por sus ideales de transformación, pero ambas desaparecieron por luchas internas ocasionadas por el sectarismo político y la acción subterránea de la CIA confabulada con sectores de la ultraderecha ecuatoriana.

En las décadas de los 70s y 80s, el movimiento sindical con el Frente Unitario  de los Trabajadores, FUT, a la cabeza, el movimiento estudiantil, el magisterio y los pobladores, protagonizaron una cadena de encuentros y asambleas, paros sectoriales y huelgas nacionales, negociaciones y concertaciones, para responder a la creciente crisis económica y a los recortes sistemáticos y planes de reajuste impuestos por cada uno de los gobiernos, del llamado período democrático. 

“Democracia en el mundo, en el país y en la casa” fue el lema del movimiento feminista latinoamericano en la década de las dictaduras. Las mujeres se incorporaron a la militancia en organizaciones de defensa de los Derechos Humanos y movimientos políticos de izquierda cuando se instauraron regímenes militares de corte fascista o gobiernos de ultraderecha, como ocurrió en los países del Cono Sur, en donde muchas mujeres se integraron a la lucha contra las feroces dictaduras. Un ejemplo importante lo constituyeron las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, MUDECHI en Chile y varias organizaciones en Colombia centroamérica. En este sentido, no fue gratuita la entrega del Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú, dirigenta indígena guatemalteca, en 1993. Esto influenció al Movimiento de Mujeres del Ecuador.

La estrepitosa caída del Muro de Berlín en 1989 y del paradigma socialista del Este y el fortalecimiento del modelo neoliberal en el mundo y en el Ecuador redujeron y debilitaron la institucionalidad del Estado, echando a la desocupación a millares de empleados/as públicos y se inició el desmantelamiento de los programas sociales del Estado benefactor. Cientos de empresas quebraron y lanzaron a millares de trabajadores/as y se debilitó el movimiento sindical que disminuyó sensiblemente el número de sus miembros y su peso específico en el movimiento social.  Paralelamente a esta especie de orfandad y pérdida de la sombra protectiva del Estado, pero también de las utopías inspiradoras, se agudizó un panorama gris de corrupción generalizada de los gobernantes y de las burocracias estatales, lo que produjo también el debilitamiento de otras organizaciones tradicionales: sindicatos, partidos políticos, asociaciones estudiantiles y del magisterio.

En este contexto, surgieron nuevas formas de expresión del movimiento social y aparecieron nuevos movimientos y actores que tomaron fuerza en el espectro político: El movimiento indígena y el movimiento de mujeres. Otros movimientos contemporáneos de importancia innegable fueron los de Derechos Humanos, Medio Ambiente, pobladores, etc. En la década de los 80 surgieron: el CIAM, el CEPAM, MUJERES POR LA DEMOCRACIA, quienes realizaron varios foros y talleres para debatir las reformas al Código penal, en lo relativo a la violencia de género. Después se conformó “ACCIÓN POR EL MOVIMIENTO DE MUJERES” que buscó crear un Movimiento unitario de mujeres.

Uno de los principales planteamientos del Movimiento de Mujeres, en la década de los 90­s, fue el ejercicio pleno de la ciudadanía de las mujeres, lo que implicaba el reconocimiento y vigencia de todos sus derechos.  En este marco se inscribió la lucha por los derechos políticos, cuyo resultado más evidente fue irrumpir en la política formal, así como la incidencia en la legislación, para generar equidad de género, atacando la lesiva cultura patriarcal.

Los gobiernos de Oswaldo Hurtado (Democracia Cristiana); Abdalá Bucaram, Partido Roldosista Ecuatoriano; León Febres Cordero, Partido Social Cristiano; Jamil Mahuad, (Democracia Cristiana); y del Coronel Lucio Gutiérrez,  fueron los picos más altos de la imposición de las políticas neoliberales, de la corrupción generalizada, del empobrecimiento del pueblo, del desmantelamiento de la institucionalidad del Estado Ecuatoriano, sobre todo del Estado de Bienestar. Durante esos años asistimos al entierro de las más caras ilusiones de construir una democracia participativa. Todos estos gobiernos suscitaron levantamientos, huelgas y marchas populares de gran combatividad, en las que las mujeres  nos expresamos de manera frontal y combativa.

En las huelgas nacionales y marchas, estuvimos siempre presentes las mujeres. En este período, Pérez Sainz señala que "el FUT había conseguido erigirse en portavoz de amplios sectores populares que rebasaron el ámbito tradicional de su influencia" (1986, p.44). Pero muestra que hubo "limitaciones del movimiento laboral en convertirse en una fuerza hegemónica capaz de plantear, desde las demandas populares una alternativa efectiva a la propuesta estatal de cómo encarar la crisis."[4]  Nunca se impulsó el desarrollo de lideresas sindicales importantes, por la mentalidad patriarcal de sus líderes, sin embargo en  todas las centrales sindicales y en la Federación de Trabajadores de Pichincha, tenían Secretarías de la Mujer y en FETRALPI, llegaron a tener 9.000 mujeres afiliadas de un total de 30.000.[5]

En 1984, “Mujeres por la Democracia”, convocó a otras organizaciones para denunciar las arbitrariedades del gobierno de León Febres-Cordero, (1984-1988), en la que las mujeres participamos con mucha creatividad en la campaña por el NO, en la consulta popular convocada por dicho gobierno. En 1985, participamos en el Foro Internacional sobre la Deuda Externa, en Cuba, y realizamos una toma simbólica del City Bank, en protesta por la retención de fondos ecuatorianos para presionar el pago de la deuda “Eterna”, como decía nuestra compañera Economista Zonia Palán, hoy fallecida.[6]

Todos los gobiernos reprimieron las manifestaciones, pero ninguno tan represivo como el de Febres Cordero, en el que desaparecieron a muchos luchadores y se llenaron las cárceles de opositores. En este gobierno fueron asesinados los hermanos Restrepo, menores de edad, y aunque el delito fue dilucidado y el Estado tuvo que indemnizar a la familia Restrepo, los cadáveres de los hijos no aparecieron jamás hasta el día de hoy.  “Decenas de los miembros de AVC y especialmente de sus dirigentes fueron ejecutados extrajudicialmente por las fuerzas especiales de la policía y del ejército, en un país en el que no hay pena de muerte.”[7]

En el gobierno febres-corderista, el Estado y el sistema de seguridad social fueron desmantelados, la inseguridad arreció, el subempleo y desempleo tocaron los límites más altos. Los escuadrones volantes de la policía que él creó se dedicaban a violar jovencitas trabajadoras, estudiantes de colegios nocturnos, mujeres inmigrantes de los países vecinos. Ecuador, el país pequeño pero tranquilo, se convirtió en un espacio de corrupción y violencia institucionalizada, mientras quiteños/as y el resto del país se lanzaron incesantemente a las calles en protesta contra el despotismo neoliberal.

Sixto Durán Ballén (1992-1996) continuó con las políticas neoliberales, reforzando la política de reformas estructurales del Estado y la privatización de empresas públicas, con su reforma a la Ley de Hidrocarburos bajó la participación del Estado del 90% al 30%. Eliminó subsidios y la gratuidad de la Educación Pública. Condujo al Estado Ecuatoriano a la insolvencia a la que llegó en 1998. En su gobierno hubo el sonado caso de corrupción apodado “Flores y miel”. Durante este gobierno se creó el Foro de la mujer, con el apoyo económico  de la IV Conferencia  Internacional de la Mujer, a realizarse en Beijing;  Las Feministas Autónomas, los frentes femeninos de diferentes partidos políticos, y nuevas organizaciones populares. 

En 1996, se conformó la COORDINADORA POLÍTICA DE MUJERES ECUATORIANAS, CPME, con el apoyo de varias organizaciones de mujeres que creó núcleos filiales en 18 provincias. En este mismo año la DINAMU y el Ministerio de Bienestar Social elaboró el "Plan de igualdad de oportunidades 1996-2000" para garantizar el enfoque de género en las políticas públicas y promover el desarrollo de programas y proyectos a favor de las mujeres y las niñas.  En 1997, se creó el Consejo Nacional de las Mujeres, CONAMU y se negoció también la representación del Movimiento de Mujeres (MM) en dos instancias: la Comisión Especial Anticorrupción y la Comisión Especial de Reformas Constitucionales. También se creó el fondo de Equidad de Género para apoyar la acción del CONAMU.[8]

La CPME, impulsó la creación de la “Coalición de Mujeres Latinoamericanas”, la “Coordinadora Nacional de Mujeres Negras”,  la “Coordinadora Política Juvenil”, el CODEMUF (Corporación de Mujeres Fronterizas), AMUME (Asoc. de Mujeres Municipalistas),  AMJUPRE (Asociación de Mujeres Autoridades de Juntas Parroquiales Rurales) que funcionan con total autonomía.

El gobierno de Abdalá Bucaram, apenas duró del 10 de agosto de 1996 al 6 de febrero de 1997, cuando fue destituido por el Congreso Nacional ante la multitudinaria protesta del pueblo ecuatoriano, pero sobre todo del pueblo quiteño. Su triunfo fue relativamente fácil si tenemos en cuenta que su contendor era Jaime Nebot, “el delfín” de León Febres Cordero. Continuó con la política de privatización de empresas estatales e hizo de la presidencia un sainete permanente. En ese período las mujeres realizamos una gigantesca marcha contra la violencia verbal de uno de sus ministros, Adoum, y el 4 de febrero se realizó la toma simbólica del Hotel en el que se hospedaba Bucaram, por parte de Mujeres por la Democracia y la Coordinadora Política de Mujeres, al grito de: “Que se vaya, que se vaya”, consigna repetida hasta la saciedad  el 5 y 6 de febrero durante el Paro Cívico Nacional que las organizaciones sociales, sindicales e indígenas decretaron para repudiar y expulsar a Bucaram del Palacio de Carondelet.

La CPME desarrolló estrategias de interlocución con el Estado, para impulsar políticas públicas con enfoque de género y se promovieron mecanismos de discriminación positiva para forzar cambios estructurales en el ámbito del ejercicio de la política, a partir de los  cambios y reformas a la legislación. Se produjo una presencia importante de organizaciones de mujeres que participaron activamente en las reuniones y talleres, convocados por la CPME, para las discusiones acerca de las propuestas a ser presentadas, que se recogieron en un documento titulado "Nosotras en la Constitución, Propuestas de las Mujeres a la Asamblea Nacional Constituyente".[9] 

La aprobación de una nueva Constitución de la República, en el gobierno interino de Fabián Alarcón,  fue un hito para la lucha de las mujeres, por la posibilidad de incidir en su formulación, en cuestiones fundamentales para el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres y propició la participación de mujeres a la Asamblea Constitucional, con listas propias, por primera vez, en la historia del país, en Guayas y Pichincha y esto a su vez, permitió la visibilización de algunas candidatas y de las propuestas de las mujeres.

El gobierno de Jamil Mahuad, líder de la Democracia Cristiana, (1998-2002) determinó la estampida general de los desheredados de la fortuna, la mayoría a España. Una inmensa cantidad de mujeres mayores se quedaron solas, sosteniendo a sus nietos, para que sus hijos/as fueran a ganarse la vida en otros países. Los que no se suicidaron, murieron de pena y de pobreza o sufrieron de graves problemas de depresión.  Los ecuatorianos perdieron la fe en su país, se avergonzaban de vivir en un lugar que no les garantizaba una vida digna.  El autoestima de la población cayó por el suelo.

Entre los logros del Movimiento de Mujeres podemos enumerar los siguientes:

• 1994: Creación de las Comisarías de la Mujer y la Familia. • 1995: Puesta en vigencia de la Ley 103 (Ley contra la Violencia a la Mujer y la Familia). • La Ley Contra la Violencia a la Mujer y la Familia, aprobada el 29-XI-1995 y publicada en el Registro Oficial No. 839. • 1997: Creación del Consejo Nacional de las Mujeres (CONAMU). • 1998: Creación de la Comisión Legislativa Permanente de La Mujer, el Niño, la Juventud y la Familia  en el Congreso Nacional. • 1998: La Constitución Política del Estado de 1998 reconoció derechos específicos de las mujeres, y entre ellos: el derecho a una vida libre de violencia. Creación de la Defensoría Adjunta de la Mujer, Niñez y Adolescencia en la Defensoría del Pueblo, aunque con posterioridad fue eliminada y actualmente existe solo una Dirección Nacional de Defensa de Derechos de las Mujeres, la Niñez y la Adolescencia. El Ministerio de Salud Pública reconoce la violencia intrafamiliar como un problema de salud pública, mediante acuerdo ministerial No. 01009.

• 2000: Creación de la Dirección Nacional de Comisarías de la Mujer y la Familia, que pasó a llamarse después: Dirección Nacional de Género, como una instancia ejecutiva dependiente del Ministerio de Gobierno, para el control y seguimiento de las Comisarías. Incorporación de la violencia intrafamiliar como un problema de seguridad ciudadana.  Aprobación de una Ley de Cuotas que garantizaría la igualdad en las listas de candidaturas, con alternabilidad y secuencialidad. Sin embargo, la mayoría de los partidos políticos cometió desacato en el cumplimiento de la Ley, sobre todo en la alternabilidad y secuencialidad.  El único presidente en cuyo período de gobierno se ha cumplido la Ley de Cuotas en todo su contenido, es el presidido por Rafael Correa del Movimiento PAIS.

Los contextos y escenarios de lucha han sido diferentes para el Movimiento indígena y el Movimiento de Mujeres.  En las luchas contra los gobiernos corruptos hemos confluido, en los levantamientos y derrocamientos de los presidentes: Abdalá Bucarám, y Jamil Mahuad y en el rechazo a los gobiernos de Owaldo Hurtado y Febres Cordero, pero en el derrocamiento del Coronel Lucio Gutiérrez, quien llegó al poder con el partido Sociedad Patriótica, y sus aliados: el MPD y el Movimiento Pachakutik, hubo ausencia de las organizaciones indígenas, comandadas por los dirigentes que habían detentado cargos en el gobierno del Coronel y que habían apoyado su viraje hacia una posición de centro-derecha, en la que Gutiérrez se declaró el amigo y servidor  incondicional del presidente estadounidense George Bush.

Por todo esto, en la destitución de Lucio el actor más importante fue el pueblo quiteño: las mujeres jóvenes y amas de casa,  los jóvenes de izquierda y de DDHH, las organizaciones de mujeres y barriales, demostrando que Quito era una ciudad que había alcanzado un gran desarrollo de la conciencia crítica, y un alto nivel de combatividad política y cívica. Así, el Coronel traidor a los principios que esbozó en su programa de gobierno, fue destituido el 20 de abril del 2005, por la denominada “Rebelión de los Forajidos”.

Este fenómeno de la madurez política de Quito, se expresó nuevamente en el tristemente célebre 30S, cuando en septiembre de 2010, un sector de la policía se lanzó al golpe de Estado,  secuestrando al actual presidente Rafael Correa en el Hospital de la Policía. Los policías que debían proteger a la ciudadanía, llamaban públicamente a los delincuentes para que robaran los establecimientos comerciales, lo que si ocurrió en Guayaquil. Por suerte, Quito mostró de nuevo su madurez política y nadie salió a las calles a robar, fenómeno que resulta impensable en la mayoría de las capitales de América Latina. Salieron eso sí, el Movimiento Popular Democrático, MPD, la derecha, y otros aliados como el Pachakutik, con los policías golpistas, a sembrar el caos en la ciudad.  Pero cuando los golpistas esperaban que el caos se instalara en las calles de Quito, las masas quiteñas, los y las jóvenes, y sobre todo, las mujeres de Quito, salimos a las calles a defender al presidente Constitucional, Rafael Correa, elegido en dos ocasiones, con la más alta votación de la historia republicana del Ecuador y el golpe de Estado en marcha, se deshizo como humo.

Un hito en los avances de las luchas de las mujeres fue la aprobación de una nueva Constitución, durante el gobierno de la Revolución Ciudadana, en la que hubo una gran participación de sectores sociales y se respetaron los avances alcanzados en la anterior Carta Fundamental, y se incorporaron nuevas e importantes reivindicaciones de las mujeres ecuatorianas. Se están construyendo los Consejos de Igualdad aunque con dificultades y cuestionamientos. Y reconocemos la más alta presencia de ministras de Estado, subsecretarias, directoras, juezas, gobernadoras y asambleístas, de toda la historia republicana del Ecuador.

Son visibles los cambios que el actual gobierno ha generado, en su administración.  Los primeros aspectos, los políticos, que nos han dado respetabilidad a los ojos del mundo son, a vuelo de pájaro, la expulsión de la Base de Manta, y de la Embajadora estadounidense, negociación hábil de la Deuda Externa que bajó la presión sobre nuestra economía, renegociación soberana de los contratos petroleros a favor del Estado ecuatoriano, toma de decisiones autónomas como Estado respetable y participación destacada en los procesos de unidad latinoamericana. De igual modo, vemos otras realizaciones como el mejoramiento de la infraestructura vial,  productiva, y turística, que está a la vista y es innegable; en aspectos sociales y laborales, en los que se ha recogido una de nuestras propuestas como la de un salario mínimo vital para las empleadas domésticas y su afiliación obligatoria al Seguro Social, y el importante incremento del presupuesto para toda el área social: salud, educación laica, pública y gratuita, trabajo, inclusión social, vivienda y proyectos productivos para los sectores más pauperizados.

Los Ministerios de Cultura y Patrimonio están desarrollando un importante trabajo para que los ecuatorianos nos apropiemos de nuestro patrimonio y podamos conocerlo, protegerlo, defenderlo, acrecentarlo. Los proyectos culturales y la creación de una Universidad de las Artes, permitirán desarrollar posibilidades de futuro a creadores y artistas, y enriquecer el acerbo cultural de nuestro país. Todo ello es clave para nuestras identidades culturales, locales, provinciales, nacional.  Son importantes los cambios estructurales, administrativos y políticos en el ámbito de la Justicia, de la administración del Estado, de la producción y las reglas del juego en el mundo empresarial, del respeto a los DDHH, participación ciudadana, lucha contra la corrupción, y mejoramiento de nuestros sistemas fiscales y tecnificación del SRI.

En fin, son gigantescos los avances conseguidos en la actual administración, pero sobre todo en la recuperación de nuestra autoestima, de nuestra dignidad como personas, como seres diversos, sexuados, pensantes, autónomos, con derechos y deberes.  Esas son las grandes utopías por las que hemos luchado las mujeres y considero que vamos por un buen camino, que desde luego no es un camino de rosas, porque no se pueden cambiar las inequidades que se desarrollaron durante siglos, de un día para otro y porque las fuerzas retrógradas de la intolerancia, de algunos sectores patriarcales, aún impiden que las mujeres tengamos una vida digna y el derecho a tomar decisiones autónomas. 

Faltan muchas cosas por hacer, y el Movimiento de Mujeres seguirá luchando por ello,  pero hoy tenemos orgullo de país, el actual gobierno de Rafael Correa nos ha devuelto la dignidad, por la que siempre luchamos las mujeres, tenemos la conciencia de que se puede transformar el país, si todos y todas ponemos lo mejor de cada uno/a y nos lanzamos a caminar detrás de la Utopía hasta verla convertida en realidad.






[1] Informe de la Revolución de los Estancos, 1765, AGI, Quito, L- 399.
[2] Terán Rosemarie: Sinopsis Histórica del S.XVIII, en Nueva Historia del Ecuador, IV Tomo, p.285, Corporación Editora Nacional, Quito, 1983.
[3] Dolores es quiteña, pero fue a vivir a Cuenca, en donde se suicidó. No sabemos por qué su apellido aparece con i, si es miembro de la familia Veintemilla. Era prima de Marietta.
[4]   Pérez Sáinz, J.P.  Crisis, conflictividad social y coyunturas sociales en Ecuador (1981-1985), en ECUADOR  DEBATE, CAAP, Quito,  (fotocopia FLACSO, s/f.) p.47.
[5] María Quilla, Red de Educación Popular entre mujeres, protagonismo de la mujer en el Levantamiento Indígena de Quito, 1992.  ACDI-CEPLAES, Entre los límites y las rupturas.  Las Mujeres ecuatorianas en la décadas de los 80s, Quito, 1992.
[6]  Mujeres por la Democracia, 15 años, Atopos, Quito, 1999.
[7] Tamayo, Eduardo: Gobierno de León Febres Cordero (1984-1988) Resistencias al autoritarismo. En Alai Agencia Latinoamericana de Información:  América Latina en Movimiento. www.alainet.org/publica/resistencias
[8]  Londoño, Jenny: Situación y propuestas de las mujeres andinas: Aportes para la carta social del parlamento andino,  Alfer, Quito, 1999.
[9]   Coordinadora Política de Mujeres Ecuatorianas, Foro Permanente de la Mujer Ecuatoriana, y Consejo Nacional de Mujeres: "Nosotras en la Constitución, Propuestas de las Mujeres a la Asamblea Nacional Constituyente",  con el auspicio del Fondo Canadiense para la Equidad de Género de ACDI, CEDIME, Programa de Participación Política de la Mujer y el Programa de las Naciones Unidas para le Desarrollo, PNUD, Ecuador, enero de 1998.

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