jueves, 16 de abril de 2015





AHORA SE QUE HE VIVIDO 
Recuerdos de Eduardo Galeano.

·        Publicado por Carlos Anibal Arboleda Martines el abril 13, 2015 a las 12:22pm
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Eduardo Galeano


De Entrada quiero pedir perdón por el titulo que puede sonar pretencioso.
Soy un hombre de 71 años y el promedio de vida en mi país es de 72, por eso me surge declarar tamaño testimonio.
Muy rara vez me verán retratado junto a personalidades del mundo artístico, político o mundano, si multitud de veces junto a amigos, ellos y sus comentarios son mi alegría y reconocimiento.
Tampoco atesoro preseas y destaques en ninguna de mis actividades. 
De estas solo guardo recuerdos...
Hace muchos años, yo era joven (casi niño), tuve que aprender a leer literatura, perdón por la redundancia. 
Al morir mi hermano, mi padre se abandonó a un sufrimiento terrible, lo reconozco, pero junto a mis hermanos, (siete a esa época y de edades muy cortas) merecíamos su protección, es un reproche que siempre tendré en mi corazón junto al amor filial.
con mis diez años, tomé a mi responsabilidad leer junto a su cama los autores de una América que yo desconocía.
Ciro Alegría, Alejo Carpentier, Jorge Icaza, Claudio de Alas, (Jorge Escobar Uribe), Rómulo Gallegos y otros más complicados. Imaginen a un chico de diez años leyendo y entendiendo La Divina Comedia, Las flores del mal, El hombre mediocre, Las fuerzas morales...
El premio e este despropósito fue que adquirí una preparación para mi mundo literario que me da la altura suficiente para distinguir entre el esfuerzo y la vanidad.
En los años que siguieron a la dictadura, que sufrieron varios países de mi América, fueron difundidos y aplaudidos varios “Artistas” y “literatos” que me fueron difíciles de digerir, todos cantaban las nuevas de un mundo diferente y entusiasta luego de la larga noche...
Yo seguía con mis viejos maestros, Facundo Quiroga, Nicolás Guillen, José Martí.
En esos años alguien me dijo: hay un escritor que escribe sobre América muy bien, se llama Eduardo Galeano y es uruguayo.
Yo tengo una condición particular, no doy crédito hasta que no conozco valores, la propuesta era muy fuerte y mi natural rechazo a lo vanidoso me jugó la mala pasada. 
Otro escritor también llevaba una corriente de comentarios elogiosos, García Márquez Sin ganas leí algo de ambos y no me gustó. Yo estaba predispuesto a que no me gustaran.
Tenía mi cabeza llena de paisajes tejidos por los maestros, ¡Que iban a saber estos productos del comercio editorial...! 
Así fue que pase de la multitudinaria promoción de los dilectos autores.
Un amigo, por causa de una deuda, me pasó un paquete de libros. Diez ejemplares de Las venas abiertas de América Latina, sin ganas, con el preconcepto en vivo, comencé a leer las paginas del voluminoso libraco. 
Me quedé con el ejemplar, el resto lo vendí, me lo quitaron de las manos, otros amigos “compañeros”.
El libro era un compendio de cosas ya conocidas pero acumuladas con maestría que me dejaban con ganas de más. 
Esa es la primera parte de mi acercamiento a la obra de Eduardo Galeano. 
En mi biblioteca figuran todos sus libros, una multitud de amigos que me acompañan siempre en los mejores y peores momentos.
En el año 2008 tuve que llevar su último trabajo, “El libro de los espejos”, a la Universidad Laica Eloy Alfaro de Ecuador firmado y dedicado de su puño y letra.
Esta historia comienza así: 
En un viaje a Manabí, en el año 2004 al que fui invitado, tuve la suerte de conocer a Jenny Londoño, escritora ecuatoriana, muy amiga de Galeano, la misma que me puso en mi lugar cuando ante la naturaleza del embalse Poza Honda en el río Santa Ana se me ocurrió decir:
– Pero García Márquez no fue un novelista, fue solo un cronista de esta realidad...
El “Grosero” surgió como un halago en boca de la amiga.
Al regresar a Montevideo a mis labores de periodista en la radio en la que tuve programas de promoción de todo lo bueno del arte de estas tierras, compartí un espacio con mi amigo Hugo Castillo en su Utopía que fuera creada por su Hermano Rubén Castillo.
En un a tarde de invitados tuve la suerte de conocer a Eduardo Galeano. Le conté mi anécdota y la risa surgió llana, luego me dijo:
“Cuando vayas de nuevo a Manabí te voy a dar mi ultimo libro para que lo`presentes a mis amigos, llévale un beso a Jenny”.
Luego me dejó su correo personal con la promesa de que nunca se lo diera a nadie.
Así en el año 2008, el mismo me llevo su “Libro de los espejos” con una dedicatoria a sus amigos de ecuador.
Al despedirse me dijo:
-¿Así que vas a viajar al corazón de nuestra América?, ten cuidado hay mucho de bueno y mucho de malo en esa aventura.
El libro fue entregado a Horacio Hidrovo Peñaherrera en sus propias manos ante una platea donde pude hacer una pequeña reseña de tanta grandeza.
En el día de hoy, al conocer su fallecimiento los recuerdos brotaron en mi mente, pido disculpas por lo extenso, gracias.

UTOPÍA Eduardo Galeano



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