sábado, 23 de octubre de 2010

¿DÓNDE QUEDA EL INFIERNO?

Hace muchos siglos, desde que los hombres decidieron inventarse dioses y profetas, los seres humanos empezaron a perseguirse, a enfrentarse por un pedazo de tierra, por una mujer, por la caza, o los tesoros, por invadir el espacio de otros y apropiarse de sus bienes. Más tarde, hubo unas castas superiores que decidieron imponerse sobre los más pacíficos, esclavizándolos para aprovecharse de su servidumbre y apareció el infierno.

Y desde hace siglos, unos y otros invocan a su señor dios, cada uno es más castigador que el otro, cada uno es más poderoso que el otro y cada uno protege de mejor manera a sus hordas asesinas, que se justifican diciendo que están combatiendo por la gracia y el engrandecimiento de ese dios. Así, los egipcios, los israelitas, los sumerios, los acadios, los asirios, los persas, se masacraron unos a otros.

Luego vinieron los Estados neoclásicos: Grecia, pasó de dominadora a dominada bajo el yugo romano, las hordas del norte de Europa cayeron sobre Roma y los árabes tomaron posesión del Mediterráneo. Más tarde, vinieron las potencias europeas: Francia, Inglaterra, Alemania y España conquistando nuevas tierras y dominando pueblos, imponiendo su parcial visión del mundo y entronizaron una religión transnacional, la Católica. Y por fin, apareció el águila imperial, el iceberg del desarrollo imperialista, que afilando sus garras se lanzó sobre la aldea global. Los infiernos ya eran incontables.

Las batallas cuerpo a cuerpo, los asedios a las ciudades, los incendios de las casas de los civiles, dieron paso a las nuevas tecnologías de guerra, los tanques, los aviones, las ametralladoras, las bombas, que fueron estrenadas en las guerras mundiales. Y junto con el ingreso de las tropas victoriosas, las violaciones de mujeres y niñas fueron parte de los botines de las guerras interminables y cíclicas de la humanidad. Los suplicios a los vencidos hicieron parte de otra historia no contada aún y que parecería sacada de la mente más desquiciada. Los humanos matándose siempre por la defensa de los dioses que inventaron para su “protección”.

Israel, país creado por el más nuevo imperio, el estadounidense, y superpuesto a la fuerza, en los territorios de palestina, desconociendo el derecho de habitación de los palestinos, habitantes por siglos, se abre espacio a sangre y fuego y descarga sobre Palestina toda la fuerza de su ejército moderno y destructor, olvidando su propia historia de persecución y genocidio a manos de los nazis, y lo hace con el contubernio de su más importante aliado: Estados Unidos.

Toda acción bélica o terrorista que derrama sangre, dolor y miseria sobre personas inocentes nos produce náusea, porque las mujeres somos creadoras de vida. Rechazamos la guerra, los actos de prepotencia, los ejércitos asesinos y violadores, el vandalismo y la imposición de los más poderosos sobre los más humildes. Rechazamos ese infierno brutal, que millares de seres humanos soportan aquí en la tierra, bajo la mirada impávida de la inmensa mayoría de los gobiernos del mundo, infierno mil veces peor que el que nos pintaron algunas religiones. ¡Qué vergüenza de mundo!

Jenny Londoño López.

Escrito para Diario El Telégrafo, Ecuador.

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